La antigua huerta de la hacienda, rodeada por un muro, se extendía desde detrás de la Casa Principal de Tazacorte hasta la actual Casa Massieu y en ella, además de hortalizas, se plantaron árboles
(higueras, naranjeros, limoneros, membrilleros, morales, etc.) y “platanales”, cuya existencia en esta finca consta, y también por primera vez en La Palma, en la Partición Grande o de Vandale de 1613.
Hoy el jardín del hotel, situado en la antigua huerta de la hacienda, contiene plantas exóticas y rarezas botánicas, así como especies endémicas canarias, distribuidas en dos zonas de parterres irregulares, con pérgolas, fuentes, estanque y bancos, además de una piscina a semejanza de los antiguos estanques que, además de ser utilizados para el riego, tenían una clara función ornamental. Como las ruinas que adornaban los jardines europeos se yergue lo que aparenta ser un antiguo ingenio azucarero, tal y como lo pintó en el siglo XVIII Juan Manuel de Silva, pero que, sin embargo, es la moderna sala de máquinas del hotel.
En uno de los mejores climas de la Tierra, árboles, arbustos, flores y plantas de todos los climas se entremezclan para formar uno de esos antiguos jardines de aclimatación que tanto contribuyeron a la difusión de raras especies vegetales procedentes de América y África a lo largo de los siglos XVIII y XIX y que hoy hacen las delicias de los visitantes, quienes disfrutan de la calidez de un clima excepcional en un entorno único.
Para su riego, un agua de extraordinaria calidad, procedente de los manantiales y de las galerías del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente, llega a través de una moderna red de riego que utiliza acequias y acueductos centenarios en una muestra más de la audaz idiosincrasia de una isla en la que el hombre vive en perfecta armonía con una ubérrima naturaleza.